lunes, 13 de enero de 2014

Tangentes / tercera y última


Infusión 16 / 30



Bajo un amplio jardín, centellas de sol juguetearon con las hojas secas ante la mirada benevolente de Luisa. Calaba esa resolana entre su cuello delgado y esas manos de nácar que han amasado pan por lustros.

Las palabras que Ramón le envió sin remitente a una gran comuna con huertos establecida cuatro o cinco pueblos al norte llegaron dos meses después del último viento que llenó de polvo y frío el salón donde el sastre loco leía cada tarde El Postín con minuciosa despaciosidad. Arreciaba diciembre.

Le decían el sastre loco no sólo por sastre sino por indómito en pensar y errático en actuar. A Ramón Fernández no le volvió a pasar nada importante luego del aparente suicidio de su hijo mayor.

Luisa acudió al llamado casi 17 años después de verse por última vez, antes de huir entre la maleza del bosque contiguo a la casona. Sus pasos recorrieron lentos, a pequeños tropezones, la estancia de llegada. 17 años, Ramón.

Palparon sus dedos largos la puerta, arrastró sus yemas sobre la madera vieja, empujó discreta. Debía ser domingo. Un domingo ya sin Pablo dando saltos por la casa y con Ramón dormitando en la cocina.

Luisa entró con ese vestido verde que se le ve tan radiante y se miró a sí misma en una fotografía bailarina sobre la mesa de las llaves. Allí estaban los cuatro en día de campo; sus tres leones, como solía llamarlos.

Sucumbió a comerse un dulce de mentol y café. ¡Qué envoltura perfecta!, pensó, qué maravilla. / Su lengua enjuta de placer. Luisa salivando, reconociendo esos olores, haciendo crujir la duela antigua. Luisa de pie frente a un Ramón que se talla los ojos rojos por el llanto y el licor, bosteza y la mira fijo y perdido, como un niño en una gran tienda de juguetes. /

Desprotegidos y nítidos. A solas. Ligero el viento sobre el gran abedul guardián que sembraron en medio del jardín para dicha de los niños que acalorados del futbol solían beber limonada cobijados por su sombra. 

Torcidos en silencio; uno boquiabierto y seco, otra en labios frondosa oliendo a miel y centeno.

- ¡Vi-niis-teee!
- Cómo está Pablo.





(fin de la infusión 16)

Raquel es una pintura de Bonnard

°16.3°

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