miércoles, 8 de enero de 2014

Añil


Para mi amiga Friné, bebedora de brebajes

   Infusión 
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Déjame, golondrina, contarte un cuento / 

                                                                Se llamaba Añil y era hechicera de las buenas cuando niña. Añil combatía al mar bravo que quería comerse a su pueblo. Al menos eso le dejaron dicho sus padres a través de abue Matí antes de partir en la barcaza que lleva a las montañas del Cielo donde reina Yiro, dios de Lo Otro. 

Y Añil venció a los siete mares unidos en su contra, 
no te engañes; 
no nos dejemos llevar por otros cuentos. 

En este cuento gana Añil, quien además, para fortuna de todos y ganarse la vida, dedicaba largas horas a tejer hojitas para los árboles de té que crecían colina arribalejos del peligro del océano engullidor. 

No te contaré, golondrina, cómo calmó la infanta buenabruja las ansias tragahombres de esas aguas azules y profundas. Sólo, acalambrada mía, te diré que una tarde al perder sus lentes de concha vieja y cristal de sales, Añil, niña negrita, comenzó a mirar el mundo en acuarelas. 

¡Y le gustó mucho!
porque al no poder definir la silueta perfecta de su entorno, podía hacer que las cosas fueran como ella lo quisiera: una raqueta de tenis convertida en árbol frondoso de manzanas, manzanas vueltas aceitunas rojas, olivas que aparentaban ser jade; piedras preciosas hechas sonrisas; risas fugaces parecidas a un cometa, un cometa que pretende ser lanza, una lanza hecha hombre flaco, un delgaducho semejante a un fantasma y un fantasma tan malo y despiadado que era monstruo come mares...


¡Já! 
Nunca lo imaginaste, pajarillo.

Añil también aprendió a cantar 
y se trajo a las sirenas a vivir al puerto

: (dos puntos)

play!


15 
°

árboles en el estanque es un tapiz de Patricia Revah

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