lunes, 6 de mayo de 2013

Excusa

(Infusión 1/30)


Las horas del té me beben el tiempo. Casi aprisa, anoche, por ejemplo, anoté, dejándome llevar por la desesperación y exhausto por las comas anteriores: "no quiero abandonar al caminante ni caminar el abandono quiero / ni pretendo establecerme ni quedarme en las pretensiones". Tal cual y absurdo. 

De mi vida huyeron 10 minutos y 18 palabras que fatuamente intentaron dar vagas explicaciones alrededor de mi pereza hacia la escritura. Al no conseguirlo me senté de nuevo ante (el) peatón y decidí -por el duro placer y porque puedo- forzarme a aprender que finjo que aprendo.

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¡10 minutos y 18 palabras, carajo! 

No es de sabios... ni de gnomos ni de genios. Por ello me enteré, absorto en el té de jengibre, que atesoro tanto mi memoria y mi futuro, tanto me gusta la vida sobre la memoria y el futuro que no la toco por temor a romperla. 

Así transcurre la vida de mis recuerdos futuristas: al lado, de lado, ni adentro ni encima, entre pestaña y pestaña, con gafas de sol, como la canción de Albert Plá: "Añoro solamente lo que no vi ni en pintura, lo que no quise que ocurriera, lo que olvidé por desidia".

Las horas del té no se beben mi tiempo: 10 minutos y 18 palabras son la pérdida del tiempo (intransitable ahora) sobre lo que no llegó a ser un cuento. 


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